Leonardo

Leonardo

Érase una vez un matrimonio con tres hijos. El cabeza de familia, Pepito Pérez, por ejemplo, después de pensarlo mucho, decidió que su corazón y sentimientos eran de mujer y pidió el cambio se sexo. Por mandamiento judicial tuvo que vivir dos años con su mujer, y los niños aceptar que, por arte de magia, tenían dos mamás. Pasó el tiempo y el cabeza de familia Trans se marchó de casa. Y entonces vinieron los problemas. La esposa descubrió que ella era lesbiana y le gustaban las damas. La verdad, y lo siento, es que no sé el final de esta historia realmente complicada. Desde el dial 29 de junio, el gobierno ha aprobado el anteproyecto de la polémica ley Trans que ha enfrentado al ejecutivo durante meses. En la nueva ley se aprueba el cambio de sexo y nombre en el Registro civil. Esta primera ley del ministerio de Irene Montero asegura que “estamos ante un día histórico, tras más de 15 años sin avances legislativos en esta materia”. Pues, verá, este cambio de sexo se puede hacer sin pruebas ni informes médicos. Además, no será necesario hormonarse. La edad fijada para ejercer estos derechos es los 14 años, pero desde los 12 el niño o la niña puede empezar a comunicar su deseo de cambiar las faldas por el pantalón sin que resulte un escándalo. La ley prevé que pueda haber un cambio de deseos del niño-a Trans. Esta eventualidad está prevista, y hay posibilidad de reversibilidad por un espacio de seis meses, que facilita el poder volver al género original. Me pregunto si con tan corta...
Espérame en el cielo, Theodorakis

Espérame en el cielo, Theodorakis

El privilegio de ser periodistas te permite llegar a personas que ni en sueños podrías acercarte. Ha muerto con 96 años Mikis Theodorakis. Es difícil admirar tanto a un hombre como estaba el músico griego en mi altar interior. Cuando estuvo Theodorakis en Bilbao, su mundo me recordó a una parte secreta de mi mundo. Había estado encarcelado, torturado, exiliado y enterrado vivo dos veces. Era el símbolo de la lucha por la democracia, la voz del pueblo que desde Grecia puso música a la paz. Se ha hecho un silencio muy largo en Atenas para despedir al más grande compositor griego. Cuando paseé por la Gran Vía con el brazo del músico griego sobre mi hombro, me sentí orgullosa, feliz de ser la única mujer que podía disfrutar de aquel hombre vestido con tonos verde oliva, grande como un dios griego. Me olvidé de mis timideces y le dije que me había hecho amiga de Oriana Fallaci, después de ir a Grecia, le hablé de su novela Un hombre y le confesé que el poeta asesinado, Alekos Panagulis, el amante de Oriana, me recordaba una etapa de mi vida y que yo también escribiría algún día un libro, recordando su ausencia. Me besó en la frente y sentí sus rizos grises que se agachaban hacia mi cara. Iba a dar un concierto en el Arriaga aquella noche, y me dijo: “La segunda canción que voy a interpretar será para ti. Te lo prometo y quiero que la sientas en tu corazón porque la voy a cantar con mi alma”. Era Kaimos. Escribió en mi cuaderno el nombre en...
Apague la televisión, princesa

Apague la televisión, princesa

Querida Leonor: Ignoro si su situación es como la del poema de Rubén Darío –»la princesa está triste, qué tendrá la princesa»–, reconozco que su situación me importa tanto como la cría de pavos reales en Costa Rica. Reconozco mi falta de interés y siento no haber visto la emotiva despedida de sus padres –SS.MM.– en Barajas. Según he sabido, las cámaras recogieron el momento y se vio a sus reales progenitores acompañados de su hermana, despidiéndole con infinitas muestras de cariño. Me perdí este acontecimiento, como me estoy perdiendo muchos más que pasan en el mundo, porque tengo una vocecita interior tranquilizadora que me dice: «Apaga la televisión». En ese querer apagar, a veces no llego a tiempo y me quedo con retazos que me hacen perder el sueño por la noche. Vivo dentro de un zapping continuo. Se me van uniendo en el aire imágenes dislocadas que, fuera de contexto, son un auténtico caos. Y ya ve, como todo va a saltos, veo que la tierra y el cielo se han enfadado. En vez de agua cae de las nubes barro, en ciudades tropicales el clima pone nieve donde había palmeras. No podemos dirigir el mundo, ni evitar que se descontrole. Esta tierra enrabietada, como una niña pequeña, se ha puesto a tirar hielo y nieve donde nunca sabían qué era eso de una coagulación del agua en un menudo copo de aparente algodón. Se suceden los incendios, los volcanes rugen y de pronto sentimos un inmenso miedo porque eso no pasaba nunca. Los más apocalípticos piensan que hay unas fuerzas ocultas que están moviendo el planeta. No sé...
Por si acaso

Por si acaso

He ido de compras a Bilbao. Como una posesa de un pueblo perdido, he adquirido hasta pasta de dientes, cuando la del súper es más barata. Me ha entrado una voluntad de compra, una lujuria tan intensa y descontrolada que hasta me he venido con dos rollos de papel de regalo. Como pueden figurarse, entrar en el metro ha sido una odisea porque, además, estos días me siento insegura y a veces llevo bastón. Felizmente no me he dedicado a rebajas porque me tendría que haber vuelto en taxi. En cada tienda que entraba me pitaba la alarma y, como una pordiosera ladrona, he tenido que depositar mis insustanciales compras, en el mostrador de la caja. El encargado iba y venía con mi bolsa y seguía pitando. Al fin -después de un mal rato- he recordado el gran descubrimiento: ayer me compré un billetero y a la dependienta se le había olvidado quitar la alarma. Con las miradas de todos los clientes, he podido salir con mi dignidad dañada. Por fin en casa, derrengada, veo una revista de moda (también es una de mis compras y la más gorda del kiosko), disfruto envidiosa de playas con palmeras, aguas turquesas transparentes, papagayos y tortugas gigantes. Me quedo imaginando esos sitios que nunca iré este año y vuelvo a la realidad. Pasando de hoja encuentro un anuncio. “Imprescindible en tu bolso” -dice una chica monísima-, y veo un pequeño neceser con una laca y un peine rosa. En la siguiente página hay una mini plancha de pelo divina de color rojo que tiene la particularidad de no necesitar cables y ser...

Olite

Mi recuerdo de Olite era claro. Había ido numerosas veces con mi abuela Victoria, la esposa de mi abuelo Daniel, al que no conocí. Murió joven, un año antes de nacer yo. Me veo en la vendimia con 3 o 4 años (me dicen que es imposible siendo tan pequeña) pero yo estoy subida en un carro lleno de uva y miles de mosquitos alrededor que nos picaban con saña. Después, mi recuerdo va a los trece años. Íbamos cada verano a Olite a casa de mis tíos – primos de mi abuelo- Asunción, Consuelo y Paco Y Gregorio que siempre llevaba una boina roja. Recuerdo una casa antigua y una habitación preciosa con las paredes forradas de seda amarilla, sillas doradas y un piano, una casa preciosa. MI imaginación me llevaba a bailes cortesanos con vestidos largos y música de Sarasate. En el siguiente periodo yo tenía 13 años y con las tías íbamos a San Fermín. Adquirían una barrera, veíamos el encierro como marquesas en primera fila. Por la tarde íbamos al teatro Gayarre. Las tías, para que la taquillera les diera buenas entradas, le decían que en septiembre le iban a llevar un cestico con uvas. Supuestamente teníamos los mejores sitios. Vimos “La educación de los padres” de Paco Martínez Soria. Y veíamos “La educación de los Padres” de Paco Martínez Soria. Las tías se tiraban al suelo de risa, la abuela más discreta sonreía. Por la noche dormíamos en la casa parroquial del tío Juanito- hermano de las tías y que era cura de la iglesia de la Inmaculada en Pamplona. Solíamos estar unos tres...