A las cruzadas por la unidad

La manifestación del domingo cambió, a última hora, los slogans contra los catalanes por “Elecciones ya” y “Stop a Sánchez”. Pablo Casado, como un Don Pelayo trasnochado, hablaba a la muchedumbre, con lenguaje heroico: “Hoy empieza la reconquista del corazón que ha dicho basta”. Albert Rivera gritaba que “el tiempo se ha acabado” y Abascal que hay que “echar al okupa Pedro Sánchez de la Moncloa”. Las banderas nacionales desfilaron por Madrid, acompañadas de enseñas de la guardia civil y de los tercios de Flandes. Mientras la delirante marcha pedía la detención de Quin Torra y el adelanto de las elecciones, el presidente del gobierno, a la misma hora, manifestaba en Santander: “El gobierno trabaja para unir a los españoles y no para separarlos”. Creo que estamos al borde de una cruzada. ¿Qué se puede hacer? Si usted puede con Dios hablar… -la canción sigue de música de fondo- pregúntele, de paso por favor, qué haría en este país complicado o tan terriblemente simple. Seguro que le respondería que es la cuestión de siempre: el poder. Nada más que el poder. El Partido Popular quiere el poder y ha decidido que le gusta insultar. Ciudadanos, más sumiso, quiere el poder, Vox quiere el poder sin más zarandajas y ha encontrado la insólita formula de humillar a la mujer. El presidente Pedro Sánchez no quiere, por nada del mundo, bajarse del sillón de mando. Todos gritan a la vez y han decidido que, el problema no es de ellos, ni de su deseo de arrastrarse hasta la Moncloa. No, nada eso, para la derecha el problema son los catalanes. Ellos,...

¡SI EN MI NOMBRE!

En el año 2005 publiqué un artículo que titulé “¡No en mi nombre!”. Lo copio para que quede clara mi postura entonces y ahora, porque no he cambiado. “No te inquietes, me digo al levantarme. La paciencia es una virtud y tiene su recompensa. Serénate, me repito al acostarme por la noche. Mira lo positivo de la vida, la buena voluntad de los hombres, y… al fin, como no soy santa, ni una mujer que desea dejar huella por su comportamiento, me rebelo, me enfado y siento unas enormes ganas de patear como los niños pequeños. No puedo resignarme al silencio. La resignación –decía Balzac- es un suicidio cotidiano y yo no quiero morirme ahora. Estoy harta del victimismo de algunas víctimas del terrorismo. Estoy aburrida de este telón de fondo lleno de lágrimas que utiliza algún partido político para rentabilizar su incoherencia. No se puede manejar el dolor como un slogan publicitario. No se puede levantar a casi un millón de personar para enrabietarse juntos y utilizar a los otros –a mí, por ejemplo- para unos propósitos poco limpios. No en mi nombre. Tú, un señor de Madrid, una señora de Guadalajara, un joven de Andalucía –me da igual el lugar que sea-, tú no puedes abanderar mi pena. Tú, que no tienes ni idea de lo que es tener entre las manos un ser querido ensangrentado, tú, no puedes ir en mi nombre. Tú, que pretendes que todo siga igual, no eres quién para representarme. No en mi nombre. No en el nombre de mis hijos que perdieron a su padre. No, no, y no en mi...

Y ¿si Franco aparece por el Golfo de Vizcaya?

He meditado profundamente en los avatares que nos regala la historia. Usted sabe, como yo, que Franco era un dictador. Su mentalidad fascista, consiguió contaminar a la corona española. Como él era el dueño del cielo y de la tierra y todo lo creado, decidió que un digno sucesor de su brillante ideología (recuerde a Hitler y Mussolini, para no olvidar su patriotismo) sería un rey. Pero no un rey cualquiera, tenía que ser el rey que él – dueño del país- eligiera. Por orden sucesoria de la corona, el rey –quiero decir en línea directa- era Don Juan de Borbón, pero a Franco no le gustaba ese señor- “demasiado inteligente” pensó-, necesitaba un rey manejable como la plastilina. Y encontró a un chavalito rubito y con sonrisa bobalicona, que podía servir bastante bien a sus deseos. La verdad es que, al dictador, su esposa Sofía le parecía un poco mandona, como su madre, la reina Federica, pero ese tema ya lo arreglaría. Pero… Había más peros. El sucesor legal de la dinastía Borbón era Don Juan, pero -como Franco era Franco y después de él, sólo Dios- se cargó al padre y eligió como su sucesor al hijo. Dicho sea de paso, el hijo, Juan Calos I, tuvo unas enormes tragaderas para suplantar a su padre y, además (siempre hay unos cuantos, además), el padre estuvo obligado a jurar lealtad a su hijo, en una ceremonia que me produce sarpullido en la piel. El nuevo monarca, ejerció de jefe de estado interino, pegado continuamente al generalísimo y vestido como él, para que nadie olvidara su condición militar. Esto...

¡Atención!: Volveremos y Resucitaremos

El movimiento del Valle de los Caídos ha debido ocasionar un terremoto mundial con claras muestras de milagro –o maldición divina, la lectura es libre-. Franco ha resucitado y con él la santa campaña que andaba perdida entre las brumas gallegas… Franco ha resucitado y, con él, los dictadores del pasado: Trujillo, Pinochet, Noriega, Videla, Somoza… Todos esos nombres que dormían en el pasado, se han levantado de sus tumbas para reencarnarse, con sencillas operaciones de estética, en los nuevos dictadores del siglo XXI. La sangre necesaria para este revivir la están consiguiendo con transfusiones del mismo dios, con minúscula, porque así es la religión: el opio del pueblo. Como en tiempos del Caudillo –se acuerdan bajo palio, con el botafumeiro delante, esparciendo olor a incienso-, todo vuelve. Ahora hay cánticos, bailes, dinero –mucho dinero, tampoco es novedad- y, como siempre, el uso de los sentimientos espirituales, que es lo que de verdad y sirve para mantener el poder a esos nuevos dictadores. El palacio de Vistalegre de Deportes de Madrid ha llenado recientemente el aforo con una insólita fiesta nacional. Las banderas españolas, ondeando como furiosos blasones, han invadido cada rincón del recinto. Mientras Manolo Escobar canta por los altavoces que Viva España, los asistentes corean el estribillo a grito pelado, desgañitándose en un continuo Viva España, Viva. Seguido por el himno legionario “Soy el novio de la muerte” y “A por ellos”. El nuevo gripo político Vox (del latín voz) ha pillado al gobierno con el paso cambiado. Fueron 10.000 personas las que coreaban a gritos a su presidente, Santiago Abascal. Un líder que se manifiesta públicamente...

La guardadora de silencios

No, por favor, que no se lleven a Pedro Duque. Se pierde en un instante la magia etérea. Ese instante en que entre los nuevos ministros vimos su cara de científico despistado que no sabía encajar en la foto oficial. Cuando nos dijeron que iba a ser ministro un astronauta, una astronauta de verdad, que había viajado al espacio, que desde el cielo había visto lo pequeña que es la tierra, un astronauta, además, español, que había estado cerca las estrellas que… No. Ese no. No puedo pensar que Pedro Duque, un hombre que ha trascendido la tierra, que ha estado cerca de mil millones de estrellas en torno a la galaxia de Andrómeda, que ante sus ojos el amanecer y el anochecer dura 45 minutos, un hombre que ha aprendido a pensar mejor que los demás hombres en la ingravidez del espacio, un hombre que es capaz de decir, sin que se le mueva un músculo de la cara, que “la gente no concibe que podamos influir en las cosas del cielo”. No, Pedro Duque, que ha paseado por la Vía Láctea, y que desde el cielo ha percibido el mundo pequeño “porque hay tantos planetas como granos de arena en una playa”. Aunque, como me decía Juanjo Benítez: “en el cielo no hay democracia, ni derechas, ni izquierdas”. J.J.Benítez, como le llaman sus lectores, es compañero de universidad y amigo desde que teníamos 17 años. La semana pasada vino a cenar con su mujer Blanca, y siempre, aunque no queramos, hablamos de libros y nos vamos a otros mundos. Al final las frases se quedan diseminadas por...